A veces y casi sin darnos cuenta, aparecen a nuestro lado personas que sonríen a la vida, que se acercan a rincones escondidos para ver la luz que habita en el lugar, personas que hacen grandes los rostros que la sociedad trata mal, ahí justo, en ese lugar, merecen el reconocimiento los cinco menores de la Casa Hogar Mornese que recibieron con gran cariño a Sor Mira, Consejera Visitadora.
Como no podía ser de otra forma, esta casa y sus jóvenes, la recibieron con el clima familiar que caracteriza nuestras casas salesianas y con la sencillez con la que estos chicos acogen a quienes saben darles su lugar.
“Dame algo de ti” parecía decir Sor Mira con su cercanía y su mirada cariñosa a cada chico y cada uno de ellos fueron abriéndose a contarles sus experiencias diarias en el hogar, fuera de él, con sus amigos, su familia, su colegio…. con sus momentos de tropiezos y de victorias, como la vida misma.
Como cualquier otro joven, ellos se levantan cada día para ir al Instituto a seguir formándose para el futuro que les espera, les guste o no, debe ser así y ellos lo saben, reconocen que vivimos en una sociedad que compite, que es exigente, pero que a veces olvida valores tan básicos en la vida, donde ellos también deben crecer, valores como la capacidad de respetar, de convivir, de saber salir de cada circunstancia de forma honrada, de trabajar con tesón, de saber perdonar cuando un compañero se equivoca y saber ayudar a los que están a nuestro lado. Para ello cuentan con un gran equipo educativo y técnico que les ayuda y les prepara para eso. Un equipo que no se ha fijado solamente en el reconocimiento económico, que es necesario, sino en aquello que nació dentro del alma de nuestros fundadores Don Bosco y Maria Mazzarello.
Fue importante para mi cuando Sor Mira se dirigió con voz baja a uno de los chicos y le dijo:
– “Esta también es tu casa, tu familia, siempre serás bien recibido aquí, ¡no te vayas más!”
Vivir alguna vez en esta casa el reflejo de la parábola del hijo prodigo, nos ayuda a los que trabajamos aquí, a ser cada vez mejores personas, a vivir el evangelio con mas proximidad, a marcarnos retos humanos ilimitados, porque es necesario que sea así. Verdaderamente estas palabras tan bonitas, quedan traducidas a reuniones muy trabajadas, recursos muy buscados, ganas de querer ayudar a estos chicos, tensiones musculares, duelo y dolor interior, pero siempre esperando una vida digna para el joven, creyendo en sus posibilidades.
Compartir una merienda, unas risas, unos pasteles, el cumpleaños de uno de los menores, fue ese momento tan chulo y espontáneo con el que echamos unas anécdotas, intercambiamos información y donde cada uno se expresó tal y como es, con naturalidad, normalizando cada momento, porque eso es lo esencial de nuestro cotidiano, el ser ellos mismos en cada momentos.
Sor Mira y las hermanas, regalaron a cada niño una pulsera del Rosario, como signo de protección para ellos y unas chocolatinas con las que ya se ganó su corazón, como el de cualquier niño. Los chicos la sorprendieron también con un regalo que ella no esperaba, una bonita y decorada cesta de panes de varios tipo, formas, sabores y una botella de vino dulce propio de la tierra. Ambos regalos muy simples y económicos, pero con mucho contenido y valor para ella y para nosotros los cristianos de hoy. Le explicamos que habíamos elegido estos sencillos detalles que no podía regalar, los niños le entregaron la cesta de pan invitándola a compartirlo con sus hermanas de comunidad y el vino en la Eucaristía. Fue como los momentos mágicos de los cuentos de Hadas, porque se hizo el silencio y agradeció el bonito y original detalle, nunca le regalaron eso. Sentó a todos los chicos y les contó una historia sobre la importancia que tiene el pan para el ser humano, para que puedan sobrevivir porque el pan es el alimento que nos sostiene la vida, el trabajo elaborado de cada día es el pan ganado, el pan es lo fundamental del Cristiano. Pero supo mantener a los chicos serenos cuando les invitó a ser pan para los demás, con los buenos actos, dando lo mejor que cada uno tiene a quienes le pidan pan.
Sus palabra quedaron grabadas, porque después de la visita todos dijeron que las hermanas habían sido muy buenas y cariñosas con ellos. Mas tarde me enteré que Sor Mira partió y compartió ese pan en la eucaristía con sus hermanas de comunidad y las invitó a comunicar a cada una de ellas como son o como pueden ser ellas pan para los demás. Que importante es que nosotros los cristianos no seamos pan duro, venteado o con moho, ni un vino oxidado que pierde su sabor y su aroma.
A ti que lo lees, me gustaría que este momento lo convirtieras en oración, por quienes necesitan pan, por los que viven y experimentan tantas injusticias como las de estos jóvenes y porque necesitamos ser pan para muchos.
Gracias Señor por Sor Mira y las hermanas Salesianas, que representaron una comunidad que quiere ayudar a los jóvenes y creen en ellos. Que estos jóvenes ahora estén acogidos en una casa salesiana, es un Don de Dios, porque de ellos yo aprendo, me hago humilde, afianzo mas mi fe y me siento inmensamente feliz y llena de Dios.
Cariñosamente se marcharon las hermanas salesianas diciendo “Que Dios os bendiga”, pues si, que Dios nos bendiga, aunque estos niños ya están bendecidos porque son los pobres del Evangelio. Dios los pone a nuestro lado para saber identificarlo a El.
Bienaventurado Paco, porque cada día no se olvida de rezar a pesar de cómo le ha tratado la vida y eso le dará fuerzas para vivir y superar los baches.
Bienaventurado Said, porque abandonó a su familia bajo una falsa moneda para una vida mejor y aunque es difícil no ver a su mamá y a sus hermanitos, pero es fuerte, es una gran persona, luchará.
Bienaventurado Manu, el mas pequeños de la casa pero ya todo un muchacho, porque aunque no fue fácil entrar en las estructuras exigidas, tiene un buen corazón y eso es muy importante, es una persona con bondad.
Bienaventurado Joselu, porque es un niño muy especial, porque aunque nunca comprende porque le pasan esas cosas en su vida, tiene la gran suerte de tener mucha gente que lo aprecia, que lo quiere.
Bienaventurado Ale, porque cada día va encontrando su lugar, su madurez personal para no dejarse arrastrar por otros para ser alguien, porque para nosotros, ya es alguien y muy importante.
“Gracias Señor, por las personas que a lo largo de nuestra vida nos acercan hasta ti y gracias por estos cinco niños que a mi me enseñan cada día”
Mónica Andrades Heredia
Educadora de la Casa Hogar Mornese