A Rosi Jaén Moya

Hay personas que brillan, y ese brillo se multiplica por esa magia característica que se da en su encuentro con los demás, es un brillo que se expande porque irradia luz, es una luz distinta, es ese esplendor que refleja el estado del alma.

Estas personas son especiales, y cuando nos encontramos con ellas, no sabemos ni cómo ni por qué, ni siquiera somos conscientes de lo que está pasando, pero percibimos un impulso interior, que nos transmite desde ese sexto sentido, la percepción de la belleza de lo abstracto, lo sutil, lo delicado, lo tierno… la fuerza poderosa de la bondad.

Hace tres días nos despedíamos de Rosi, Salesiana Cooperadora del Centro de San Vicente, en esa despedida, multitud de personas que han sido testigos de su luz, nos acercábamos para estar con esa familia tan querida y que tanto nos ayudan en su entrega diaria a ser mejores personas.

En mi reflexión personal, recordaba con inmensa gratitud, esos comienzos de la Fundación Mornese, allá por el año 1998, donde un grupo de personas comprometidas con la VIDA decidieron poner a disposición de aquella nueva andanza, sus mejores energías, para arrancar aquella apasionante aventura que hoy, 18 años después, se materializa en multitud de oportunidades de promoción para miles de niños, y niñas, jóvenes, inmigrantes, y personas en situaciones de absoluta exclusión social, que han podido ser protagonistas en primera persona, de que un futuro mejor, era y es posible.

Y en esa reflexión aparecías tú, con tu eterna sonrisa, tu saber hacer, tu capacidad de trabajo, tu templanza y tu dulzura. Y recordaba ese taller de soldadura que durante más de diez años ayudó a tantos jóvenes a salir adelante, y el taller de costura por el que tantas chicas pudieron aprender un oficio para valerse por sí mismas, y recordaba mis tiempos “mozos” de animadora de Oratorio y Centro Juvenil donde compartí vivencias con tus hijos e hijas, y recordaba también con muchísima emoción tu SÍ generoso, incondicional y para toda la Vida, como Salesiana Cooperadora… precisamente hoy haría 17 años de aquel maravilloso día.

El viernes fue un regalo recordarte… Esa sonrisa era el destello de tu alma, Dios te la prestó, y tú la dejaste tatuada para siempre en tu rostro.

Hay personas que brillan, es cierto, doy fe, y su luz permanecerá, es fácil de entender, se multiplicó…

Lidia Medina